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Santiago Ganduglia

Santiago Ganduglia

Nació en el barrio porteño de Parque de los Patricios el 27 de marzo de 1904 y murió también en Buenos Aires el 28 de enero de 1983. Fue una de las más vigorosas plumas periodísticas que tuvo el país. “Ha conseguido el milagro de vivificar el editorial”, escribió Bernardo Verbitsky en 1955. Pero Ganduglia fue también un poeta brillante. Por eso el mismo Verbitsky acotó: “En Ganduglia no se hallan distantes las fuentes del lirismo y el entusiasmo cívico, que muchas veces hizo vibrar su máquina de escribir, ya que no su pluma. Y es que en él coexistía, al lado del periodista, el poeta, uno de los mejores de su generación”.

El mismo Ganduglia manifestó: “Sin hacer abandono de mis veleidades literarias, pretenciosamente futuristas y estridentes en Martín Fierro, me consagré entero al periodismo. Me tocó, como editorialista, ser testigo o intérprete, muchas veces polémico, de las grandes conmociones nacionales de cuatro décadas, en diarios y revistas que forman la hemeroteca histórica del país y que servirán de consulta a nuestros nietos”. La parte más trascendente de su prosa periodística fue compuesta para los diarios Crítica y Noticias Gráficas. En 1948, se incorporó en la redacción del matutino Democracia, el diario que había adquirido Eva Perón.

De su labor poética recordaba la publicación de sus poemarios Antigüedad de los Andes (Primer Premio Municipal 1939), que entregó a la imprenta “con el estímulo de César Tiempo”, y Aire civil, que con igual cordialidad, editó Leonidas Barletta. César Tiempo y Pedro Juan Vignale incluyeron sus poemas “Lejanía”, “El tren fantástico”, “El tren”, “La canción del maquinista” y “Fogonero impresión” en la Exposición de la actual poesía argentina (1922-1927) y González Carbalho lo consideró “poeta de filiación impar en nuestro panorama literario, al que sólo ha faltado aquello que conceptualmente alienta en su poesía: el tiempo”.

Ganduglia fue elegido Académico de Número el 21 de diciembre de 1963, ocupó en esta institución el sillón «José Antonio Saldías», y presentó su renuncia –en la que invocaba una instancia médica– el 10 de abril de 1981. Fue más tarde reconocido, póstumamente, como Académico Emérito por la resolución del 6 de junio de 1992, que alcanzó también a otros ex académicos.

Fue un académico tan respetado como querido. De su gestión quedan, principalmente, sus contribuciones a la biblioteca bautizada luego con el nombre de «Enrique R. del Valle»; el discurso que pronunció al agradecer la donación del bellísimo cuadro Muerte del compadrito, de Mario Darío Grandi, obsequiado por la viuda del artista, y su discurso de incorporación, titulado “Tiempo de Saldías”, que pronunció el 31 de octubre de 1974.