Nació en el barrio porteño de Barracas el 10 de octubre de 1909 y murió en Caracas (Venezuela) el 22 de abril de 1998.
En sus años mozos ejerció el periodismo en Buenos Aires. Trabajó en las redacciones de los diarios, por entonces muy populares, Última Hora y La República, y no fue ajeno a la naciente radiofonía que, por la década de 1930, disponía en Buenos Aires de una vastísima audiencia. El periodismo deportivo lo contó entre sus cronistas más leídos y escuchados, y ensayó la poesía con ilusión juvenil.
Al promediar el siglo se radicó en Venezuela, donde fue funcionario de la Creole Petroleum Corporation. Orientó entonces su vocación literaria al estudio del lenguaje popular venezolano. Conocedores de ese perfil de su personalidad, José Barcia y José Gobello lo propusieron para Académico Correspondiente en Venezuela, cargo para el que se lo eligió en abril de 1996 y que aceptó y desempeñó noblemente hasta su fallecimiento.
Entre 1982 y 1993, la Academia difundió diez comunicaciones de Capellini-Borges, la referida al término chévere, que supo estar de moda en Buenos Aires y que en Caracas era muy popular, al punto de que Juan Pablo II, al descender del avión en el aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía, dijo a la multitud: “Sois muy chéveres”.
Capellini-Borges colaboró en el Libro de los treinta años con un lindo ensayo titulado “Los intrusos”, en el que registró los sentimientos suscitados en el espíritu al regresar a Buenos Aires; en particular al lugar de su nacimiento, sobre la calle Patagones. “Ya casi me parece una hazaña –escribía– llegar a Buenos Aires y pedir un Séptimo Regimiento en un bar y ver que el coctelero busca el libro de cócteles. O andar en un estaño olvidado, donde es posible tomar un Aperital de una botella descolorida”.
