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Luis Soler Cañas

Luis Soler Cañas

Nació en Buenos Aires el 6 de noviembre de 1918 y murió en la misma ciudad el 13 de setiembre de 1984. De él dejó escrito Tomás de Lara que sobrellevó en vida enfermedades y toda clase de penas, sumergiéndose para olvidar “en el placer de escribir o de buscar gemas de otros”.

Hizo del periodismo su medio de vida y de la investigación histórica y literaria una pasión. Su obra es vasta y diversa. Entre sus obras más celebradas deben considerarse San Martín, Rosas y la falsificación de la historia (1951), Canto y la generación de 1940 (1953), Negros, gauchos y compadres en el cancionero de la Federación (1958), Primera antología lunfarda (en colaboración con José Gobello, 1961), Lizardo Zía (1962), Cuentos y diálogos lunfardos (1965), Orígenes de la literatura lunfarda (con prólogo de José Gobello, 1966), Antología del lunfardo (1976).

Venero inagotable de muchos saberes, Soler Cañas llenó con buena prosa, juicios agudos y desapasionados, información inagotable, centenares de cuartillas que andan dispersas en diarios y revistas, y cuya edición en volúmenes, adecuadamente ordenada y catalogada, constituiría una verdadera enciclopedia de la literatura argentina.

En 1962, Luis Soler Cañas suscribió, con José Gobello y León Benarós, la nota cursada a un grupo de escritores para invitarlos a reunirse y fundar la Academia Porteña del Lunfardo. Suscribió el acta fundacional e ingresó en la nueva constitución como miembro numerario, titular del sillón «Juan Francisco Palermo». Fue un académico disciplinado y laborioso. En la colección de comunicaciones académicas se encuentran decenas de ellas cursadas por Soler Cañas, todas de gran valor documental y crítico.

En 1978, Soler Cañas se sintió a disgusto en la Academia, que no respondía a sus expectativas, y el 15 de octubre presentó su renuncia. El alejamiento de Soler Cañas fue motivo de gran pena para la institución. Nada disminuyó, sin embargo, el cariño y la admiración de sus colegas. Por eso, cuando, con motivo del trigésimo aniversario de la Academia, se tomó la decisión unilateral, irrevocable e irrepetible, de reincorporar como Académicos Eméritos a algunos queridos Académicos de Número renunciantes, el “escorpiano tenaz, buceador en acecho de estantes y bibliotecas” fue reincorporado en los cuadros académicos con carácter póstumo.