Enrique Grande

Nació en Buenos Aires, en el barrio de La Paternal, el 1° de octubre de 1917 y murió en la misma ciudad el 30 de mayo de 1993. Utilizó para sus trabajos destinados a la escena el seudónimo Juan Carlos Ferrari.

Fue médico pediatra e higienista de notable reputación. Enseñó Higiene en dos prestigiosos institutos de enseñanza media, el Colegio Nacional de Buenos Aires y la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. El perfil de su personalidad se enriquece con su actuación en la política. Como afiliado al Partido Demócrata Progresista, fue candidato a diputado nacional por la capital. Perteneció también a la Masonería Argentina, en la que fue miembro masón simbólico y filosófico grado 33.

Su relación más sostenida con la escena comenzó con los famosos teatros independientes La Máscara y Nuevo Teatro. Luis Ricardo Furlan ha recordado que durante los años cincuenta estrenó gran parte de su repertorio. El río Arquímedes, Cuando empieza el luto, Ese camino difícil, Los culpables, Por arte de magia, Las campanas de Verona, La ñata, Siempre vale la pena, Las ranas cantan de noche –que le valió el primer premio municipal de teatro– y Las nueve tías de Apolo, premiada por Argentores. A fines de la década de 1970 estrenó, con gran éxito, su delicioso entremés Entre la ropa tendida.

Escritor de inspiración fácil, colaboró en diarios y otras publicaciones periódicas. También se le debe un Análisis de la Filosofía de Jaspers.

A propuesta de los académicos César Tiempo y José Barcia, fue elegido Académico de Número y titular del sillón «Celedonio Esteban Flores» el 5 de agosto de 1972. Orador brillante, conversador ingenioso, hizo a la institución el aporte de su saber, del que permanecen manifestaciones en la colección de comunicaciones académicas. Durante algunos años desempeñó la tesorería de la Academia. El 4 de abril de 1981 presentó su renuncia al cargo de académico, solidario con el presidente, señor Barcia, que se había alejado días antes. El 6 de junio de 1992, por iniciativa de los académicos Luis Alposta, José Gobello y Tomás de Lara, fue declarado Académico Emérito, junto con otros académicos que por distintos motivos habían dejado de pertenecer a la institución.

Al morir, la Academia lo honró en sus sesiones con palabras conmovidas de los académicos Luis Ricardo Furlan, Argentino Jorge Landaburu y Luis Ordaz. Este último dijo entonces: “Juan Carlos Ferrari era un comediógrafo con hondo sentido humano y talento dramático, que poseía la gracia, el humor, la simpatía y el regusto por el contorno de lo cotidiano popular de un Gregorio de Laferrere, en lo clásico de nuestro teatro, y, ya más próximo de un Pedro Pico. Podía ser dicharachero y zumbón cuando era preciso, pero sin perder nunca jerarquía ni trascendencia”.