Beba Bidart

Eliane René Schianni Bidart nació en Buenos Aires el 3 de abril de 1924 y murió en la misma ciudad el 27 de agosto de 1994. Fue actriz, bailarina, empresaria, cantante y, principalmente, durante varios años, un símbolo de Buenos Aires. El teatro, el cine y la televisión le fueron igualmente propicios.

Se formó como actriz en elencos infantiles y como bailarina en el teatro Casino, en cuyo coro se inició de adolescente. En la escena acompañó a Tato Bores y a Olga Zubarry en la obra Madame Trece. Cantó con la orquesta de Francisco Canaro y a los 24 años fue pareja del galán Carlos Thompson en la pelicula Los Pulpos (Carlos Hugo Christensen, 1948). Otros de los filmes en que sobrevive su figura rubia y carismática son La vendedora de fantasías (Daniel Tinayre, 1950), El Túnel (León Klimovsky, 1952) y La casa grande (Leo Fleider, 1953).

También en la televisión obtuvo grandes éxitos, aunque ninguno tan resonante como Rolando Rivas, taxista, junto a Claudio García Satur. Fue llamada «el gorrión de Buenos Aires» (en alusión a Edith Piaf) y Mariano Mores le dedicó su milonga Taquito militar, que ella bailó ante varios presidentes de la República.

Beba Bidart estuvo unida durante más de 12 años al animador de espectáculos Jorge Fontana. Tras la separación, adoptó un niño a quien le dio su apellido y le puso por nombre Paulo.

La presentación de su candidatura a Académica, firmada por Sebastián Piana y José Gobello, señala el propósito de dar a la institución el aire de una suerte de senado de Buenos Aires, donde estuvieran representadas todas las actividades culturales. Por unanimidad el 2 de noviembre de 1991 fue aceptada la propuesta y se enriqueció la Academia con la presencia y la simpatía de quien era una de las personalidades más populares y queridas de la ciudad. Ocupó el sillón «Juan Francisco Palermo», dejado vacante por doña Nyda Cuniberti, y lo honró con su modestia y su inefable don de gentes hasta la tarde de su muerte, que la sorprendió cuando reposaba de las tareas desempeñadas ese mismo día en su local de baile Taconeando. “Era un pedazo de Buenos Aires y quizás se debió a eso su decisión de volver, hecha cenizas a formar parte de las calles de la ciudad”, dijo al recordarla, en el curso de una sesión académica, con motivo del primer aniversario de su muerte el Académico de Número Eduardo Rubén Bernal. Y agregó: “No olvidaré nunca la última vez que la vi bailar. Fue en esta sala y en ese estrado, en que acompañada por Alberto Mosquera Montaña y con Beba Pugliese al piano, nos regaló la poesía de un tango, porque era el baile su manera de escribir”.